Mi nombre es Estela y esta
historia, mi historia, se remonta a un 9 de Agosto como cualquier otro, soleado
e iluminado por los refulgentes rayos de sol, en fin. Era uno de esos días en
que la gente normal toma su sombrilla y busca un buen hueco junto al mar para
colocar su tumbona con vistas a un nítido y cristalino mar... Bien, no fue el
caso, mas dicho amanecer fue el último que pude disfrutar en mi, en ese
entonces, hogar, dulce hogar. Sí, eso es, tanto yo como mi hermano mayor Raúl,
y mi madre Amanda, nos vimos forzados a abandonar la vivienda por impago y,
ahí, señores, es donde se dibuja el periplo que ha resultado este incierto y
largo verano.
Al abandonar la que era
nuestra casa, no tuvimos más remedio que acudir al apartamento del que
resultaba ser la ex-pareja de mi madre, Richard, quien aseguraba acogernos con
los brazos abiertos.
No obstante, aquella falacia
no perduraría más que un suspiro, pues desde el mismo instante en que la
mudanza se concretó, dicho sujeto no hacía más que despreciarnos tanto a mí
como a mi hermano y madre usando un abusivo lenguaje verbal, gritos, negarme en
ciertas ocasiones el acceso a la vivienda obligándome de esa forma a permanecer
en la calle, e incluso episodios de ira incontenida y enajenación. Así pues,
nuevamente, nos encontramos contra la espada y la pared... Y aunque tratamos de
resistir, finalmente a mi hermano y a mí, no nos quedó otra que recurrir a
nuestro padre alcohólico y diógenes.
Cual fue nuestra sorpresa
cuando nos encontramos aquella casa, si de esa forma se puede denominar, en
unas condiciones de dudosa higiene. De hecho, no había sido limpiada en más de
3 años, así que, tuvimos que permanecer con Richard, hasta que semejante lugar
fue higienizado y adecentado minimamente... Pues como ya he mencionado, la
estancia dejaba mucho que desear... Váteres rotos, lavabo destrozado, muebles
caídos, y sobre todo, sin agua corriente.
Finalmente, el 20 de Agosto, realizamos la segunda y no definitiva
mudanza, a expensas de que mi madre encontrará un lugar que los tres pudiésemos
habitar.
La convivencia con mi padre
fue inhumanamente posible, ya que, debido a la inestable salud mental de mi
progenitor que o bien estaba ausente, o bien borracho como una cuba, mi hermano
y yo tuvimos que afrontar todas las responsabilidades en cuanto a limpieza y
alimentación se refiere...
Más tarde, los tres, acudimos
a la asistencia social de nuestra área, donde, en principio nos dieron
alimentos y tras la titánica lucha por parte de mi madre y a la desesperada,
una vivienda social semi-tutelada el 10 de Septiembre, dónde ya permanecemos
desde hace veinte días.
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